La indústria a...
2020 empezó con un confinamiento voluntario. Gracias a @EWA me instalé en un piso en Berlín para encerrarme en la burbuja de la escritura. Nada me hacía más ilusión que eso, aislarme y escribir un nuevo proyecto. Al llegar al apartamento moví algunos muebles para colocar el escritorio junto a una ventana. Así, al levantar la vista de la pantalla del ordenador podría mirar hacia afuera y observar a los vecinos, como a esa chica que se ve en la foto sentada en el alfeizar de su ventana. Descubrí pronto que ese era su ritual. Cada mañana se asomaba ahí, tomaba el café y el impulso necesario para afrontar el día encerrada en su escritorio, también colocado frente a una ventana porque, como yo, ella trabajaba desde casa. Me pregunto si también llegó a fijarse en mis rituales. Mirando hacia afuera una encuentra a los otros en el horizonte para asegurarse de que el mundo sigue ahí, a la distancia justa para observarlo y poder pensarlo. Mirar desde una u otra distancia es una de las cosas que más me preocupa cuando escribo. La distancia a veces puede ser una llaga, otras, una herida. En cualquier caso, yo trataba de escribir a kilómetros de mi casa sobre lo que me toca de cerca. Y aunque a veces costaba lo suyo, intentaba no salir, quedarme ahí trabajando, viajando por mi escritorio ajena a lo que pasara más allá del alfeizar de la vecina. Qué difícil va a ser a partir de ahora no recurrir a la metáfora del confinamiento y manosearla para explicar lo que es, en parte, la escritura. Entonces, yo no sabía que el mundo entero empezaría también a confinarse, a pensar en sus propias distancias, a buscar sus alfeizares. Ahora que ya estoy en casa, en este otro confinamiento tan distinto, me asomo a la ventana y el mundo se ha convertido en un paisaje doméstico, plagado de rituales que, como el de aquella chica tomando café, se asoman a las ventanas y son escaparate. Cómo volver a mirar ese gesto sin que sea ya otro. Me temo que aún me faltan kilómetros de distancia. Pero ahora estoy aquí, en mi escritorio de Barcelona -también lo he desplazado para acercarlo a una ventana- retomando el trabajo a duras penas y escribiendo en el encabezado de una nueva secuencia “INT. CASA.” sin saber cómo seguir. Tal vez sea que siempre estuve así, pensando el interior casa sin saber cómo salir de ahí.
Celia Rico, director